20 feb 2010

Entrevista con Máximo Soto para Ambito Financiero de Buenos Aires

Un muchacho que busca a su padre desaparecido en el ominoso mundo subterráneo de Caracas le sirve al escritor venezolano Gustavo Valle para construir una intrigante alegoría que se abre en múltiples significaciones en su novela «Bajo Tierra», ganadora del «Premio Adriano González León». Poeta, ensayista y narrador, coeditor de una revista literaria por Internet, Valle, licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela, doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, reside ahora en Buenos Aires y colabora con medios venezolanos, españoles y de nuestro país. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué es «Bajo tierra»?

Gustavo Valle: Una novela que escribí hace cuatro años, a caballo entre Caracas y Buenos Aires. Creo que tiene varios niveles de lectura, que se abre en distintas vertientes. Una, que da titulo al libro, es la exploración subterránea que realizan los protagonistas. Una metáfora de las profundidades de lo que vendría a ser Caracas, de la idiosincrasia venezolana, minera, que tiene a partir del petróleo, y que subsiste bajo nuestros pies. Eso unido a mi historia personal de hijo de padre geólogo que estudió el subsuelo y excavó la tierra de Caracas. Mi padre era ingeniero civil dedicado a la exploración de los suelos. Eso me llevó a conformar una historia que ocurriera en un lugar imaginario en el subsuelo de mi patria.

P.: ¿Es por eso el personaje del padre desaparecido y a la vez con fuerte presencia?

G.V.: Y, acaso, el personaje más real de todos. Eso me llevó a inventar esta Telemaquia, esa mítica búsqueda del padre que realiza Telémaco, a través de cosas que gracias a la labor de mi padre marcaron mi infancia. A la vez, lo que cuento tiene que ver con la principal industria venezolana, la minera.

P.: Su historia tiene algo de relato fantástico, de kafkiana pesadilla urbana, de alegoría sobre la Venezuela actual, ¿a qué género considera que pertenece?

G.V.: Tiene de todo eso y, principalmente, de relato de aventuras, cuyo antecedente más visible es «Viaje al fondo de la Tierra» de Jules Verne. Hay mucho de relato de viaje, de esa búsqueda del padre que es fundamental en la literatura de Telémaco a Paul Auster. Hay una historia de iniciación, con la desaforada aventura que emprende ése universitario que es mi protagonista. Y hay, fundamentalmente, en una clave cifrada, una metáfora sobre mi país, sobre lo que ha marcado mi país, a pesar de que la palabra petróleo se menciona en el libro en una sola oportunidad. En toda ciudad habitan dos ciudades, la visible y la invisible, que está conformada por la imaginación, la invención, la tradición, los años marcados por sucesos determinantes, que ubiqué en los subsuelos. Está por ultimo, algo que me gusta mucho resaltar, inevitable a mi propia vida, que es el tema de las migraciones.

P.: Usted hace de eso algo esencial a lo latinoamericano.

G.V.: Todos los personajes involucrados en la novela vienen de un sitio a otro. El padre es un boliviano que llegó a Venezuela. El mendigo, el indígena que dejó su habitat para llegar al infierno de la ciudad. El chino, el que emigra a la Venezuela próspera de los años setenta. Hay esa búsqueda migratoria por tratar de encontrar una vida mejor en otra parte. Y el fracaso, porque no lo consiguen.

P.: En la búsqueda subterránea que realiza Sebastián se encuentra con lo fantástico: un chino que es un indio que fue chamán y que lanza fórmulas esotéricas o, en ese mundo en sombras, un curioso grupo de lectores que leen cartas robadas.

G.V.: Todo eso no es algo determinante. No se trata de realismo mágico, que evité de forma concreta. Lo que dice el indio Mawari proviene de la cosmogonía de las tribus guaraos del delta del Orinoco. Los «lectores» me sirvieron para hacer una parodia del sistema postal venezolano que siempre ha sido un desastre, con postales y cartas que no llegan a su destino. Está también un juego de metaliteratura, de leer sin saber leer, de encontrar una significación a través de una interpretación arbitraria. Es una pequeña reflexión sobre la literatura, la paraliteratura, lo que se lee y lo que no se lee.

P.: Junto a Sebastián coloca a Gloria, coprotagonista que luego de impulsar las búsquedas, de seducir al muchacho, se vuelve otro enigma, desaparece, pasa a ser otro misterio.

G.V.: Dejo deliberadamente en suspenso su destino. Como narrador da miedo tirar un personaje así, porque el lector va a reclamar el cierre de esa historia. Me atreví a hacer eso luego de ver «La aventura» de Antonioni, donde Gabriele Ferzetti va con su mujer, Anna [Lea Massari] y Claudia [Monica Vitti] a una isla y allí Anna desaparece y no vuelve a aparecer en toda la película. Esa desaparición queda latiendo todo el tiempo, esa presencia ausente abre un enigma secundario, que es algo que yo quise representar en mi obra.

P.: La Caracas caótica que relata en «Bajo tierra», ¿es una metáfora de la Venezuela actual?

G.V.: Es una pesadilla visible que remite a la subterránea. Cuando García Márquez vivió en Caracas, hace años, cuando aún la ciudad estaba bastante bien, dijo: «esta ciudad hostil no esta construida para humanos sino para automóviles». Caracas pasó a causa del petróleo, de la entrada de dinero, de ser una ciudad rural a ser un delirio de modernidad atravesada por autopistas, repleta de gente que venía de las provincias en busca de trabajo, eso engendró el caos. Y si eso no es de hoy, hoy está peor, por la delincuencia, el tránsito automotor, y lo que sucede socialmente. Yo no puedo decir que me fui por los problemas políticos, porque me fui en el 97, cuando aún estaba Caldera. Volví en 2003 un año, y no dejé de seguir de cerca el tema actual que todos conocemos. Y que si no atraviesa mi novela es porque sucede en 1999. Hay acaso una sutil referencia. Chávez ya estaba en el poder cuando ocurió la tragedia que cuento en «Bajo tierra», el gran deslave que es donde se resuelve mi novela, y que ocurrió en el 99, y que para no entorpecer unas elecciones que había ese día, no se declaró el estado de emergencia. Yo no me fui por motivos políticos ni porque no me gusta la ciudad, al contrario, tengo una nostalgia tremenda a pesar de lo desastroso que es todo. Y me angustio a diario con las cosas que ocurren.

P.: ¿Está escribiendo otra novela?

G.V.: Que está ambientada también en Venezuela, que huye también de la ciudad pero no por debajo sino por la superficie, una road movie que se va hacia la playa, como en «Bajo tierra», que muestra el deseo de ir hacia el mar.

P.: ¿Cómo se decidió a vivir en la Argentina?

G.V.: Desde 2001 estaba viniendo con bastante regularidad. Me casé con una escritora argentina, y a partir de 2005 me instalé acá. En el 97 salí de Venezuela, viví seis años en España. Vengo de una familia migrante y mi novela es un reflejo de eso. Ahora colaboro con diferentes medios en España, en Venezuela y en la Argentina. Y me ha ayudado haber ganado algunos premios tanto con esta novela como con guiones para largometrajes.

P.: ¿Qué pasó con sus premiados guiones?

G.V.: No se produjeron. Hay en Venezuela, como lo hay aquí, un instituto, el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, que tiene programas con importantes apoyos financieros para la producción de películas, y con concursos, por caso, de guión. Yo fui apoyado financieramente para eso. Me pagaron muy bien. Hasta ahí llegó todo. Soy un amante del cine, un escritor, no un hombre de cine, y no tengo la más remota idea de cómo se realiza una producción ni intención de convertirme en cineasta.

P.: ¿No pensó convertir esos relatos en novelas o cuentos?

G.V.: Creo que los guiones me colocaron en el camino de la narración larga que dio como fruto «Bajo tierra». En «El libro que no ganó el concurso» -y lo gané, aunque no se filmó- cuento de un escritor se iba a vivir en un a pensión para aislarse a escribir y ahí conoce a una serie de personajes disfuncionales que le hacen cambiar la idea de lo que quería escribir. El otro guión salió de una nota en un periódico, sobre un chico peruano de 15 años, que era un gran maestro internacional de ajedrez y en un torneo internacional en Río de Janeiro se enamora de una mujer que le dobla largamente la edad, se escapa y se va a vivir con ella. Me pareció fascinante el vínculo pasional de un chico tan cerebral. Adapté la historia a un chico venezolano que venía a la Argentina, se enamoraba de una porteña, y el padre lo venía a rescatar, y para financiar el viaje era secundado por un reality show de televisión.

Publicada el 17 de febrero de 2010, a propósito de la reedición de la novela en Argentina (Grupo Editorial Norma)

1 comentario:

  1. por casualidades de la vida, llego a mis manos como un regalo, empece a leer, me meti tan de lleno a la historia, queriendo saber que mas pasaba, me sorprende que no hay final, quedan misterios que jamas se podran saber, asi es nuestra vida llena de secretos y misterios, jamas contados........... gracias por regarme 223 paginas..

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